Muy queridos chicos del cuarto medio,
Contenta de juntarme con ustedes el próximo martes 9 de junio a las 11.00, vamos a tener algunas clases de filosofía y hacer el experimento de exprimir este medio y derrotarlo en el desafío de que logremos pensar: lo único importante al hacer filosofía. Para que cuando dejen esta etapa se sientan seguros de poder expresarse y llegar a sus propias opiniones pensando y que nadie els ponga un tapabocas.
El martes próximo por la tarde tienen que entregarme un dibujo propio, libre interpretación artística (y todos somos artistas cuando logramos pensar) del mito.
Les mando un abrazo grande y luego el martes van a tener en el blog el link de la reunión.
Mónica
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Alegoría de
la caverna. Platón
Imagina una especie vivienda subterránea en una caverna provista
de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la
caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, encadenados por las
piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente
hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza. A sus espaldas,
la luz de un fuego que arde algo lejos en un plano superior, y entre el fuego y
los encadenados, un camino escarpado. A lo largo del cual imagina que ha sido
construido un tabique parecido a las mamparas que se alzan entre los
titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus
maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa pared, unos hombres
que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y
estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de
materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan
hablando y otros que estén callados.
- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños
prisioneros!
- Iguales que nosotros punto por punto -dije-, porque en
primer lugar, ¿crees que los que están así atados han visto otra cosa de sí
mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la
parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Qué más podrían ver -dijo-, si durante toda su vida han
sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo
mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver más que sus sombras?
- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas
que convendrían en dar a las sombras que ven los ¡nombres de esas mismas cosas!?
- Forzosamente.
- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de
enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban,
creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?
- Ay, ¡por Zeus!- dijo.
- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán
por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso-dijo.
- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de
sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les
ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse
súbitamente y a girar el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al
hacer todo esto, sintiera dolor y no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas
sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes
no veía más que sombras inertes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de
la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más
verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a
contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que
estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más
verdadero que lo que entonces se le mostraba?
-Sin duda - dijo.
-Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no
crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos
objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más
claros que los que le muestra ?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-,
obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de
haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a
mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan
llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que
ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a
ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las
sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las
aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el
contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en
la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es
propio.
- Sin duda.
- Y por último, creo yo, vería el sol, pero no sus imágenes
reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su
propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de
mirar y contemplar.
- Necesariamente -dijo.
- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es
él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región
visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos
veían.
- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar
en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior morada y de la
ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se
consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o
alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por
discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de
cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con
otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba
a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría
a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría
lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra
al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino
antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier
otro destino antes que aquella vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo,
ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de
tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían
permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas
que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería
muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no
se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados,
y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no lo matarían;
si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y
hacerles subir?.
- Claro que sí -dijo.
- Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella,
¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región
revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que
hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a
la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del
alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es
lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo
cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo
último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez
percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que
hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz
y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de
verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder
sabiamente en su vida privada o pública.
- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que
puedo estarlo.
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